lunes, 3 de septiembre de 2012

Capítulo 1

Un trozo de roca galáctica rozó la pequeña nave de Itzel, haciendo que se tambaleara levemente. No tenía mucha idea de como manejar esta cosa, puesto que había botones de todos los colores y tamaños.

Poco a poco fue descendiendo como en una capa de nubes muy fina y de pronto... un centenar de edificios la rodearon. El ruido era insoportable e incesante. Sin embargo, todas aquellas tecnologías parecían estar sumamente atrasadas en consideración de las que conocía en su pequeño planeta.

Estacionó la nave, en el medio de una avenida, y bajó. Miró hacia los lados y no había señales de alguna mente inteligente. Un pequeño niño pasó por allí, caminando alegremente, pero no pudo evitar quedarse mirando a la recién llegada, puesto que para los terrícolas no es muy común ver personas de tez celeste.

-Llévame con tu líder!-Exigió inútilmente Itzel, puesto a que el niño soltó una carcajada y siguió caminando a saltitos, como su hubiese visto un payaso.

La princesa del planeta tan extraño, perdió esperanza alguna de encontrar ayuda, y se adentró nuevamente en el vehículo. Allí esperó y esperó, quien sabe que cosa. Cuando un hombre pasó caminando, llevaba unas ropas muy particulares, sumamente coloridas. Seguramente debía ser alguien de poder en ese extraño reino.

Precavidamente, la muchacha, no bajó de su vehículo, para evitar cometer el mismo error, además quién sabe que tipo de virus tendría aquel planeta. Por su parte, decidió observar un poco su comportamiento, así que puso en marcha la nave, la cual realizó todo tipo de sonidos, y lo siguió, tratando de ocultarse entre los árboles.

-Que aburridos pueden llegar a ser los domingos por la tarde aquí en Liverpool.-Se quejó el hombre mientras pateaba una roca.

Itzel muy a su sorpresa, comprendía a la perfección lo que aquel hombre de tan extraña apariencia decía.

-Ay!-Suspiró él.

La visitante, comenzó a seguirlo deteniéndose cada vez que el hombre lo hacía. A este último le parecía verdaderamente ilógica la descabellada idea de que una nave espacial estuviese siguiéndolo, en especial porque nada bueno o interesante sucedía los domingos.

-Usted me creería si le dijera que una nave del espacio está siguiéndome?-Preguntó a un oficial de policía que vigilaba la zona durante la jornada.

-Sinceramente... no.-Respondió aquel.

-Justo como lo imaginé.-Se resignó el hombre.

En cierto modo, la idea de que algo le sucediese a su vida, lo alegraba, pero también cabía la inmensa posibilidad que todo sea producto de su reprimida imaginación combinada con la soledad del momento. 

Llegó a lo que parecía ser su casa. A Itzel no le agradó demasiado el lugar, no era digno de un rey o gobernante, y comenzó a estar cada vez más convencida de que aquel hombre no lo era, pese a sus extrañas vestimentas. Sin embargo, algo le decía que era su última oportunidad, y... ¡quién sabe que atrocidades estaría cometiendo Diamantina en su querido planeta!

-Ringo, que no oyes que están llamando a la puerta?-Se quejó otro hombre, sentado frente a un extraño aparato que reproducía sonidos.

-Ayuda!-Exclamó Itzel del otro lado.

-No necesitamos, gracias de todos modos.-Contestó quien se hacía llamar Ringo.

-Ayuda!-Volvió a repetir.

-Que sucede?-Preguntó él abriendo la puerta.

-Necesito su ayuda.

-Esa parte ya la mencionaste.

-Llévame con tu líder!-Exigió la princesa al notar la incapacidad de aquel hombre.

-John!-Gritó.

-Qué sucede mi lindo Richard?-Contestaron desde otra habitación.

-Te buscan!-Anunció.

-Quién?-Se volvió a oír esa voz.

-No lo sé, una mujer azul.-Contestó sin aún hacerla entrar.

-Azul?-Preguntaron desde la otra habitación.

-Si, azul.

-No será otra fan loca?

-Lo dudo...

Otro hombre apareció en la extraña habitación, llevaba una especie de lentes y un libro en su mano derecha.

-Hola, soy John... qué se le ofrece señorita?-Preguntó cordialmente.

-Necesito ayuda!-Dijo y Ringo rodó los ojos.-Mi planeta está en peligro!

-De qué hablas?-Preguntó sin comprender.

-No hay tiempo para explicaciones!

Y en menos de lo que puedes decir 9, Itzel había arrastrado a aquel hombre hacia su nave, y puesto a que el otro no sabía que hacer exactamente, lo siguió.

-Oye George, una mujer azul se llevó a John y Ringo.-Anunció el que aún observaba la situación frente al extraño artefacto.

-Y qué esperas? Vamos tras ellos.-Contestó el otro algo emocionado con las manos llenas de diferentes tipos de alimentos.

-Uno no puede componer tranquilo en esta casa.-Se quejó el joven poniéndose su abrigo.

Ambos llegaron a tiempo justo antes de que la nave cerrase sus extrañas puertas. Itzel presionó un botón color verde y puso el artefacto en marcha. En estos años de ir a la deriva por el cosmos, había aprendido algo sobre la nave, al menos que era el botón verde la que la encendía.

-Esto es lo más raro que ha hecho una fan por mi.-Acotó ese tal John, fiel a su ocurrencia, observando perplejo la tecnología del vehículo.

-Mi planeta está en peligro y necesito su ayuda.-Comenzó Itzel mientras el artefacto rugía.- Me he tomado el atrevimiento de seguir a este hombre, hacia su morada, puesto a que deduje que con esos harapos, debía ser alguien de poder en este lado del cosmos.

-Harapos Jajá.-Rió aquel que llevaba comida, George, y señaló a su compañero de forma burlona.

-Silencio terrícola!-Dijo Itzel, quién no le veía la gracia a tan terrible asunto.

-Y en que consiste su problema señorita?-Preguntó Paul, ese era su nombre, cada vez más convencido que no era una simple joven histérica que solo quería casarse con él.

-Diamantina, la jefa de una poderosa familia, ha derrocado al Sr. Neuf, mi padre, y tomó el poder a la fuerza...

-Y no pueden simplemente arrestarla?-Interrumpió John.

-Tiene bajo su poder el Cristal Amarillo! Mientas esto sea así, es imposible. Sus malvados secuaces están plantando bombas del número 6 en todos los sectores del planeta.-Se lamentó una vez más la joven.-Son mi única esperanza...

-Con que una dictadura del otro lado de la galaxia?-Analizó el hombre de la gran nariz.-Me parece una buena idea, los domingos nunca sucede nada...

-Los Beatles han sido todo menos héroes intergalácticos.-Dijo Paul.-Creo que si Brian se entera nos matará...

-Tu opinión me basta para decidir... pon en marcha esta cosa.-Dijo John con una enorme sonrisa, aunque seguía pensando que todo esto no era más que una farsa.

Itzel presionó un botón amarillo y la nave comenzó a ascender y ascender... tan alto llegó que las nubes parecían ser un esponjoso suelo blanco, que te incitaba a saltar de allí y caer sobre esa capa suave cual almohadón de plumas.

-Esto es lo más extraño que me ha sucedido en la vida.-Se impresionó Paul.

-Ya lo creo.-Le dio la razón su amigo que seguía sin dejar de comer.

La nave atravesó la atmósfera y de pronto la superficie del planeta Tierra se vio desde afuera, un increíble espectáculo digno de cualquier ser viviente. El espacio es inmenso, inalcanzable... ¡Interminable! Los cuatro hombres parecían estar tan sorprendidos, como si nunca lo hubiesen visitado! Sin embargo más de una vez consideraron la posibilidad de que todo sea un sueño, uno muy real desde lo más profundo de su subconsciente. 

-Las estrellas... son lo más hermoso que advertí en mi existencia.-Comentó John, más que impresionado por la oscura inmensidad que observaba.

-No te pongas filósofo Lennon.-Lo retó otro.

-Creo que ya es hora.-Contestó Itzel observando el tablero que tenía en frente.

-Aquí existe la hora?-Dudó George.

Itzel ignoró tal comentario y empezó a presionar una serie de botones y palancas llamativas.

-Qué haces?-Se preocupó Paul.

-Procuren sostenerse de algo, vamos a viajar a la velocidad de la felicidad...