lunes, 15 de julio de 2013

Capitulo 8

Llevaban una incontable cantidad de tiempo caminando y el paisaje no había cambiado demasiado. El sol rozijo y opaco le otorgaba una tenue y desganada luz a las edificaciones, o por lo menos lo que quedaba de ellas. Era un planeta extraño, de atmósfera sofocante e intranquila. Cada tanto los dos viajeros pasaban delante de un comercio abierto, cuyo vendedor se veía inmerso en un terrible aburrimiento. De vez en cuando, se observaba algún anciano extraterrestre sentado en el porche de su casa, o lo que quedaba de ella.

-Este lugar es tristísimo.-Decía por lo bajo Ringo. George solo asentía con la cabeza.

Lo más penoso de todo era pensar que, quizás en algún tiempo lejano, los edificios habían estado poblados; que probablemente las ventanas de aquellas casas, ahora casi abandonadas, habían estado repletas de pasteles recién horneados; Y quizás, en esa plaza desolada los niños corrían y jugaban en la fuente que ahora estaba seca, carente de vida.

Un escalofríos recorrió el cuerpo de los beatles y sin decirlo, ambos se preguntaban qué habría sucedido allí, pero no tenían la suficiente valentía para averiguarlo ahora, claro está.

Siguieron caminando casi convencidos con la idea de que les sería muy difícil salir de allí. A cada paso que daban, el antiguo sol se iba escondiendo. Y así, al finalizar la tarde, encontraron a un hombre algo anciano sentado cómodamente en la puerta de su hogar.

-Buenas tardes señor, disculpe las molestias...-Dijo George cuidadosamente, mirando de reojo a su compañero.

-Buenas.-Respondió él y arrojó un anillo de humo desde su retorcida pipa.-¿Qué se los trae por aquí?

-Bueno, estamos perdidos.-Dijo Richard yendo al grano.

-Eso ya lo sé.-Dijo riendo un poco, dejando notar que le faltaban algunos dientes.-Me pregunto como habrán llegado.

-No lo sabemos.-Afirmó Harrison.

-Yo puedo ayudarlos.-Volvió a arrojar un anillo de humo que se extendió cada vez más, hasta desaparecer.-La ciudad queda hacia allí.

-¿La ciudad?-Preguntó Richard.-¿Y qué haremos allí?

-Ustedes sabrán que hacer.-Contestó él.-Vamos, yo los llevaré.

Subieron a un vehículo extraño, similar a un Jeep. El camino no fue muy largo, pero durante él, la criatura les hablaba sobre cualquier cosa. Los terrícolas, algo extrañados, se preguntaban el por qué de la amabilidad de su anfitrión, aunque acabaron por responderse, que el hombre estaba muy aburrido y solo, y la oportunidad de hablar con jóvenes terrícola no se le presentaba muy a menudo.

-Aquí es.-Afirmó el hombre luego de detener el vehículo.

-¿Aquí?-Ringo preguntó atónito.

-Yo no veo nada.-Agregó George.

-No se preocupen, diríjanse hacia el oeste.

-¿Hacia el oeste?-Preguntó Harrison algo desorientado.

-Si quieren puedo llevarlos.-Propuso la criatura.

-No hace falta.-Ringo comenzó a creer que carecía de cordura.

-¡Gracias!-Dijo George y con un rugido imponente, el vehículo se alejó dejando a su paso una polvareda que se desvanecía en el horizonte.

De hecho, no había nada allí. Quizás fuese porque sus mentes terrícolas, encadenadas a la simpleza de los sentidos, no les permitieran ver más allá. También existía la posibilidad de que el hombre fuese un desquiciado. De una u otra forma, el hecho de estar allí varados no los ayudaba en lo más mínimo.

-¿Hacia donde queda el oeste?-Preguntó inocente Richard. George resopló y le dio un golpesito en la cabeza.

(...)

-Itzel... ¡cuánto lo lamento!-La extraterrestre de aspecto de joya se acercó preocupada.

-No sé que haré.-Afirmó y por primera vez John notó el lado vulnerable de Itzel, nunca la había visto así.

Paul solo miraba la situación preocupado, no sabía que hacer, porque de hecho, nunca había pasado una situación similar.

La puerta se abrió y de la sala principal salió solemne el presidente de la Gran República. Por el ventanal podía verse como, afuera, los representantes y concejales despegaban en mil naves.

-Presidente.-Llamó Kaylee, así se llamaba la extraterrestre.

-¿Qué se le ofrece?-Preguntó amable deteniendo su paso.

-Creemos que es indispensable realizar algo a corto plazo. El Planeta N°9 está sufriendo en contra de su constitución.-Aclaró la recién llegada.

-¿Usted así lo cree?-Preguntó con ironía el presidente.-Esta situación amerita más que simplemente opiniones hechas desde una inclinación política, joven. 

-Lo sé. Diamantina ha asumido el poder de dicho planeta a base de un régimen sanguinario y por la fuerza.-Acotó Kaylee inmutable. Todos los presentes la observaban sorprendidos.

-¿Cuál es su propuesta entonces? ¿Viajar hacia el Planeta propiamente dicho y arrestar a sus gobernantes?-Ironizó el Presidente.-Lo lamento, pero no es tan fácil. He tomado cartas en el asunto y como ya dije, una asamblea se realizará para resolver si al fin y al cabo dicho mandato es verdaderamente un atropello a la democracia que tanto los caracteriza.-Concluyó.-Si me permiten, tengo cosas que hacer...

Los presentes observaron enmudecidos como el solemne anciano se alejaba caminando por las enormes galerías.

-No puedo creerlo.-Kaylee rompió el silencio.

-Tampoco yo.-Itzel se veía pensativa.-Pero de ninguna forma esto va a ser un obstáculo.

-¿Qué propones hacer?-preguntó Paul que seguía todo bastante interesado.

-Si me permiten... yo tengo una idea.-John sonreía picaramente.

(...)

-¿Qué vamos a hacer?-Canturreaba Ringo en el medio de la nada.

-Callate.-Contestó George harto de la situación.

Caminaron por horas: nada sucedió. Parecían recorrer siempre el mismo lugar, y a cada paso que daban, no avanzaban. Volvían hacia el comienzo de su recorrido. Estaban frustrados, si, pero se encontraban en un estado re reflexión que nunca antes habían transitado. Parecían estar viviendo una metáfora. Por otro lado, aquella situación los desesperaba no solo por el hecho de que se encontraban perdidos en un planeta lejano donde comenzaba a caer la noche, sino también porque llevaban consigo información que podía costarles la vida.

-¿Qué es eso?-Ringo abrió sus grandes ojos azules.

-¿Qué cosa?-Preguntó desganado su compañero, creyendo que había comenzado a delirar.

-¡Eso!-Señaló el horizonte.

Y para la sorpresa del guitarrista, también lo veía. Era extraño, de eso no tenían dudas. Un destello se asomaba brillante entre las rocas que se encontraban a escasos pasos de ellos. Ambos se dedicaron una mirada y como prueba de que es posible comunicarse sin hablar, comprendieron que debían ir a ver de qué se trataba. 

Una estación de trenes se asomó ante sus ojos, haciéndolos sentir como en casa. No era muy grande, pero su construcción llena de sutilezas y adornos, como también sencillez, era un deleite para la vista. Los viajeros sintieron felicidad, y mirándose de forma cómplice se sentaron en un banco a esperar el próximo tren galáctico.

-¡Una... y dos!-Canturreaba una criatura mientras él y su compañero levantaban con sus palas, rocas inmensamente brillantes y las arrojaban hacia el interior de los vagones de carga.

-¡Siguiente!-Gritó el otro y al instante comenzaron a llenar otro vagón con esas rocas tan atrapantes, que eran sacadas del suelo de aquel planeta con suma facilidad.

Así pasó un tiempo considerable. Los terrícolas estaban hartos de esperar el tren, y también de observar como aquellas criaturas seguían llenando los vagones con el mismo entusiasmo del principio. La noche ya había caído, y aunque pareciese imposible, iba haciéndose más y más oscura.

-¡Terminado!-Gritó una de las criaturas asustando a los terrícolas que estaban a punto de dormirse en un banco.

-Disculpe...-George se encaminó hacia ellos.

-¿Si?-La criatura verde con dientes inclinados hacia afuera y aspecto amigable se acomodó el sombrero de maquinista.

-Llevamos aproximadamente una hora aquí y...

-¡Mike!-Dijo a su compañero y este acudió al instante.-¿Sabes lo que es una hora?

-¿Hora?-Preguntó él y se quitó la gorra para rascarse la cabeza a modo de pensamiento. Era más grande que su compañero y si bien parecía amable, tenía un aspecto de más seriedad.

-Lo siento, amigo, no podemos ayudarte.-Afirmó el primero.

-Estoy perdido.-Afirmó George para no perder 
la única oportunidad que se les había presentado.-¿Podrían decirme dónde estamos? ¿En qué planeta?

Las dos criaturas se miraron entre sí, algo risueñas.

-¿Planeta?-Dijo uno.-No estás en un planeta.

-Esto es una estrella.-Completó el verde.

-¿Una estrella?-Inquirió Ringo apareciendo de la nada.

-Así es.-La criatura volvió a acomodar su gorra.

Un silencio se formó durante varios segundos.

-¿Cuándo sale el próximo tren?-Preguntó el baterista.

-No hay próximo.-Contestó uno.-Este es el único.


-¿Por qué hay solamente un tren?-George intentó de forma fallida, vencer a su curiosidad.

-Tendré que darte una larga explicación para eso, chico.-Comentó.-¿Tienen tiempo?

-¡Si!-Ringo estaba entusiasmado con la historia.

-Como deben saber, todo llega a su fin. Las flores se marchitan, el cigarrillo se consume, y las estrellas se apagan.-Comenzó su relato.-Sin embargo, la vida no se trata se apreciar sus extremos, el punto es sino el trayecto. Como mencioné anteriormente, todo cumple su ciclo y las estrellas inevitablemente dejan de brillar. La luz, como ya deben saber, tarda en llegar desde su punto de partida hacia su destino. Cuando la estrella se apaga, el último rayo de luz parte hacia allí. Lo que quiere decir que desde cualquier planeta pueden apreciarse estrellas que, quizás, ya se han apagado hace mucho tiempo.

-¿Enserio?-Ringo parecía confundido.

-Mirar el cielo es un viaje al pasado, muchacho.-Afirmó pensativo.- Nosotros nos dedicamos a llevar aquel rayo de luz hacia su destino. "El último tren estelar" suelen decirnos.

-¿Quiere decir que eso que llevan ahí atrás es la luz de esta estrella?-Ringo parecía fascinado.

-Así es.-Comentó la criatura verde.

-¿Y por eso a medida que llenan los vagones la noche se vuelve más y más oscura?-Inquirió.

-Así es.-Volvió a contestar.

-¿Hacia donde se dirigen?-Preguntó Mike.

-Si no sabemos donde estamos, no sabemos hacia donde vamos.-Explicó el beatle aún impactado.

-Callate Ringo.-Ordenó Harrison.-Necesitamos llegar lo más rápido posible a la sede de La Gran República.

-¿Con que forasteros, eh?-Rió la criatura verde.

-No es eso, tenemos que ayudar a una nación.-Se agrandó Richard.

-Comprendo. Litch, trae el mapa.-Propuso la otra criatura y su compañero le arrojó un papel cuando llegó a la locomotora.-Veamos... está en nuestro recorrido.

-¡Todos a bordo!-Gritó eufórica la criatura invitándolos a entrar.

El tren rugió, los maquinistas sonrieron y los beatles observaron como las vías se extendían solamente hacia unos pocos metros. Ringo miró el cielo estrellado, las ruedas comenzaron a girar cada vez más rápido y arrojando un humo danzante por su chimenea, el tren se elevó.

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Capítulo dedicado a Maria Lujan jaja Perdón por tardar tanto, acá esta!





jueves, 16 de mayo de 2013

Capítulo 7

-¡Señorita Itzel!-Una criatura con uniforme, parecida a un humano, se acercó casi corriendo.

-Buenas noches, Artur.-Saludó ella.

-Es un placer teneros aquí, y una sorpresa también.-Comentaba frenético.-Verá usted que estamos enterados de lo que ha de suceder en vuestro planeta.

-De hecho, vengo a discutir ese asunto.-Afirmó la extraterrestre y observó de reojo a los terrícolas que observaban todo maravillados.

-Las puertas del Consejo siempre estarán abiertas.-Contestó e hizo una leve reverencia.-Acompañadme por favor.

Caminaron largos pasillos, decorados cual palacio, admirando todo lo que se les cruzaba. Llegaron a una puerta que parecía ser la más grande que habían visto en su vida. Podrían afirmar que era de roble, porque era lo más semejante a eso que habían visto en La Tierra. Sin embargo no lo era. Era una madera, o eso parecía, tan sublime que de solo imaginar el árbol del que provenía causaba intimidación. Medía aproximadamente tres metros y tenía tallados diferentes dibujos en las esquinas.

-Ya mismo llamaré a una asamblea.-Dijo firme el hombre.

-Le agradezco.-Contestó la extraterrestre.

-Entrad, por favor.-Abrió la enorme puerta tallada.-Acomódense a su gusto.

La sala era gigante, enorme. Había una cantidad innumerable de sillas y bancos acomodados como en un senado. La habitación tenía una forma de construcción que iba aumentando la altura a medida que llegaban a los últimos asientos, pudiendo así, ver desde cualquier lado "El Asiento Principal" así denominada la silla en la cual se sentaba el portador del problema a resolver.

-Esto va a ser largo.-Afirmó Itzel.

-Miren el techo.-Ringo señaló asombrado hacia arriba.

Por momentos había un techo normal, durante otros, un cielo tan estrellado que parecía albergar la eternidad allí mismo. Mostraba todas las constelaciones de la galaxia Andrómeda. 

-Yo no se como pueden concentrarse en los asuntos de La República cuando tienen un techo tan maravilloso.-Comentó George.

-Procura no decir eso frente a los representantes.-Aconsejó la extraterrestre.-El techo cambia según la índole de la sesión.

-¡Itzel!-Una criatura se acercó.-Me he enterado de la situación.

-Si, deplorable.-Afirmó.-Lucy, ellos son mis compañeros, vienen de La Tierra.

-Un placer.-Dijo sin interés y comenzó a hablar con Itzel sobre cosas de la Gran República.

Los cuatro terrícolas quedaron anonadados. Lucy venía del planeta contiguo al de Itzel, el de los diamantes; de allí su tan peculiar aspecto. Era celeste, casi transparente y sus ojos poseía un brillo tal que, en efecto, parecían diamantes. De allí había salido el nombre de su planeta. No sabían con exactitud que era, pero algo de aquel ser los atraía de forma incontrolable. 

-Váyanse.-Afirmó Itzel percatándose de la situación.-Falta mucho para el inicio de la sesión, pueden ir a dar una vuelta. No hagan nada fuera de lo debido.

Todos asintieron, pero John y Paul prefirieron quedarse y observar a extraterrestre de ojos hipnóticos.

Por otro lado, George y Ringo salieron y se vieron caminando por un enorme pasillo repleto de cuadros. Parecía ser una sala de la fama espacial. Observaban los retratos divertidos y asombrados a la vez. Lo que no habían visto, era que alguien venía siguiéndolos.

-¡Mira, esa se parece a tu madre!-Señaló George riendo, un cuadro en el que yacía el retrato de una extraterrestre espeluznante de tres ojos.

Ringo enojado y abalanzó sobre él y rodaron sin darse cuenta por el pasillo.

-Creo que oí un ruido afuera.-Se oyó una voz de un anciano detrás de una puerta.

-Debe ser algún consejal, señoría.-Contestó otro de voz mucho más monótona.

Los dos terrícolas se miraron mutuamente y dejaron de pelear para incorporarse.

-¿Dónde estábamos?-Preguntó un tercero.-¡Ah! Usted iba a firmar este contrato...

-No creo estar de acuerdo.-Contestó solemne el anciano.

-Creo que el anciano es el bueno.-Susurró Richard y George asintió. Ambos estaban escuchando detrás de la puerta y observando todo por una rendija que había quedado abierta.

-Piénselo, señoría.-Contestó uno.

-Ya lo he pensado demasiado, capitán.

-Veo que es usted un hombre muy solemne.-Dijo el otro caminando soberbio por toda la habitación.-¿Recuerda que pasará si usted no colabora con nosotros?

-A la perfección.-Contestó el anciano.

-Usted se está volviendo una piedra en mi zapato, señoría.-Comentó el primero apoyándose sobre el escritorio del hombre.

-No es mi intención, capitán. Quizás usted sea su propio obstáculo.

-Cállese.-Dio un golpe al la mesa.-Escuche una cosa, anciano. Usted no tiene ya la integridad para seguir gobernando la República.

-Si usted así lo cree, deberíamos debatirlo en El Consejo.

-¿No sería más fácil que firme este contrato?-Lo apoyó con un golpe sobre el escritorio.-Nadie va a enterarse...

-Lo he pensado.-Comenzó el anciano.-Y he llegado a la conclusión de que no es lo adecuado.

-Entonces no me deja opción.-El capitán esbozó una mueca de malicia.-Malcolm, ya sabes que hacer.

Dicho esto, tomó el contrato y desapareció por una puerta que se encontraba a la derecha. El otro presente, sacó de su uniforme un revolver con forma extraña y lo levantó hasta la altura de la cabeza del anciano. Apretó el gatillo y sin un ruido, ni anticipación, la figura del hombre fue perdiendo nitidez, hasta que se desintegró por completo. Luego de esto, la otra criatura presionó un botón en el arma y se apuntó a sí mismo. Jaló el gatillo y para sorpresa de sus espectadores incógnitos, se transformó en la réplica exacta del hombre al que acababa de desintegrar. Se observó en un espejo y luego de sonreír horriblemente, desapareció por la misma puerta que su capitán.

George y Ringo se miraron incrédulos, y sin decir una sola palabra, sabían lo que debían hacer.

-Tenemos que contarle a Itzel.-Dijo el baterista preocupado.

Sin embargo, no pudieron hacerlo. Tan pronto como acabó de decir la frase, toda su vista se nubló.

-¿Sacando la basura, eh?-Preguntó un guardia al sujeto que caminaba arrastrando un saco.

-Así es.-Afirmó.-Hay una asamblea hoy.

Dicho esto, el misterioso sujeto salió del edificio por la puerta principal, subió a una pequeña nave, y desapareció entre las estrellas. 

-¿Dónde se metieron estos infelices?-Itzel caminaba de un lado a otro.

-¿Quieres que los vaya a buscar?-Propuso John compadeciéndose de la situación.

-No, a ver si te pierdes tu también.

-Señorita Itzel, debemos empezar.-Anunció Artur algo preocupado.

-Está bien.-Contestó y hecho melancólicamente una última mirada al pasillo. Nada.

-¡Despiértense!-Alguien decía a gritos.

-¿Dónde estoy?-Curioseó Ringo adormilado.

-Donde debes estar.-Contestó esa misma voz, terrorífica e imponente.

-¿Brian, eres tu?-George preguntó más dormido que despierto.-Tuve un sueño maravilloso. Iba viajando por el cosmos por una nave espacial. Era el lugar más hermoso que había visitado.

-Pues lamento informarte que era un sueño, terrícola.-Contestó burlona la criatura.

Los dos beatles al oír la última palabra, cayeron en su consciencia, tan rápido como un abismo. Se miraron mutuamente y, con una coordinación asombrosa, gritaron espantados.

-Cállense o me veré obligado a hacer algo que no quiero.-Se enfadó la criatura. Era verde con varios tentáculos y aspecto arrogante.

-Me quiero ir.-Richard comentó como un niño pequeño a punto de llorar.

-Ja-já.-Rió él.-Como si fuera tan fácil.

-¿Dónde estamos?-Volvió a preguntar George y notó que se encontraba atado de pies y manos a una silla, al igual que su compañero.

-¡Aquí el que hace las preguntas soy yo!-Se quejó la criatura

-Como en las películas.-Ringo dejó escapar su torpe risa.

La criatura abrió una botella cuyo interior despidió un humo melancólico y brillante. Se tomó casi la mitad. Todo quedó silencioso.

-¿Como te llamas?-Se animó a preguntar Harrison.

-Illya.-Contestó en la penumbra.

-¿Por qué nos tienes aquí?-Inquirió.

-Sólo obedezco órdenes.-Afirmó sin mirar a sus prisioneros, sentado en un viejo cajón que alguna vez había estado lleno de algo, quién sabe de qué.

-¿Puede dejarnos salir?-Preguntó esta vez Ringo.

-No.-Contestó secamente.

-¿Hicimos algo malo?-Inquirió nuevamente George.

-¡Ya basta!-Se enfadó Illya dando una patada al suelo, y cuando lo hacía, tenía un aspecto verdaderamente intimidante.-He dicho que las preguntas las hago yo.

-Adelante, entonces.-Ringo parecía entusiasmado con la idea.

-Mi color favorito es el morado.-El guitarrista acotó para más información.

La criatura pareció enojarse aún más y les dedicó una mirada llena de desprecio.

-A mi me gustan las papas cortadas en cubos.-Agregó Ringo.

Illya rodó los ojos y volvió a poner atención al interior de su botella, ya casi vacía de líquido, pero llena de penas.

-Mi madre siempre me decía que no vaya a jugar a la casa del vecino de enfrente, que sus padres eran extraños.-Contó Ringo metiéndose en los recuerdos de su niñez más profundos.-Pero todos los niños iban a jugar allí, y yo solo los miraba por la ventana...

-Ya, ya.-George lo consolaba.

La criatura estaba perpleja, nunca en su trabajo le había sido tan difícil mantener callados a sus prisioneros. Incluso, por esta misma razón, le habían encomendado este trabajo tan delicado.

El tiempo espacial corría velozmente, eso quiere decir que las horas terrícolas volaban, y los visitantes no habían dejado de hablar un segundo. De hecho, habían asumido ya que quizás morirían allí e idearon varios planes para escapar, incluso delante de Illya. Además, pensaron y repensaron que dirían sus epitafios cuando muriesen.

-"Aquí yace Richard Starkey: héroe de guerra, amado por todos, odiado por ninguno. Ojos azules como es más despejado de los cielos. Amable y bondadoso ser, proveedor de luz y sabiduría. Discípulo de Platón y Chuck Berry".-Decía informando todo con detalles, tales como con que tipo de letra se grabaría cada palabra.

-¿Discípulo de Platón?-Rió su compañero.

-Suena bien.-Se justificó él.

-Basta ya.-Se enojó el guardia.-Han estado hablando por horas, si no se callan, he de tomar medidas drásticas.

-¿Medidas de Whisky?-Preguntó George y Ringo rió junto a él.

-Por favor.-Ahora Illya, enorme y rudo como era, se encontraba suplicándole a dos terrícolas debiluchos.-Están volviéndome loco.

-¿Alguna vez te conté sobre mi vecina loca, George?-Comentó Ringo mirando hacia el techo.

-No, nunca.

-Vivía a tres casas de la mía.-Dijo pensativo.-O quizás en en otra calle, no lo recuerdo. Lo que si sé, es que tenía muchos hermanos.

-¿Ah sí?-Preguntó George.

-Si, y ella era la menor.-Acotó casi obligándose a recordar.-Bueno, era la menor cuando nació. 

-Eso tiene sentido.-Rió George.

-Hay dos tipos de locos: los agresivos y los que son graciosos. Ella era un claro ejemplo de... uno de esos dos.-Su memoria fallaba nuevamente.-Lo que si recuerdo, es que un día me persiguió con una escoba.

-¡Ya basta!-Gritó enfurecido el guardia, era increíblemente espeluznante.-¡No voy a soportarlos un segundo más!

Todo quedó en silencio, la criatura era enorme y aterradora. Ya era la hora de dormir, y aún los beatles no tenían idea sobre qué habría de suceder con ellos.


-¿Entonces que es lo que propone usted, señorita Itzel?-Un embajador de aspecto gracioso se veía preocupado.

-Como primera medida los representantes de cada planeta deberían informar a sus ciudadanos sobre la deplorable situación de mi reinado.-Acotó con todas las miradas sobre ella.-Además la República tendrá que mandar a sus tropas a combatir al ejército de Diamantina.

-¡Si, que se pudra en la cárcel!-Gritó uno por allí.

-¡Encerrémosla!-Acotó otro por allá.

Y, como por décima vez en la sesión, toda la cámara había estallado en gritos. Una diversidad opiniones podían oírse: los que estaban de acuerdo con Itzel, los pacifistas que pensaban que había que entablar un dialogo con la dictadora, y por último, estaban quienes habían aceptado sobornos o sido amenazados, que afirmaban de manera absurda, que se trataba de un gobierno democrático y no un régimen despiadado.

La sala estaba a punto de estallar, en todos los aspectos: el ambiente era muy tenso y se encontraban todos los embajadores de los planetas pertenecientes a la galaxia, se trataba de un tema muy delicado.

-Entonces, puesto en evidencia todas las posturas existentes, he de dictar mi veredicto.-Dijo el solemne presidente de La República y todos se callaron.-Creo que hay que esperar antes de realizar cualquier acción que pueda valer nuestro arrepentimiento en un futuro. Habrá que realizar una asamblea con los representantes del Planeta número 9 y corroborar si la información que se nos ha dado, es verídica.

-Pero, su señoría, es casi imposible realizar una asamblea. Los caminos hacia el planeta están vigilados por las tropas de Diamantina.-Itzel protestó.

-Es una decisión tomada, pequeña.-Afirmó inamovible.-He de anunciar el final de la asamblea.

Todo el lugar quedó en silencio, no voló ni una mosca intergaláctica. Esas no eran palabras del presidente, él no era así. El anciano siempre tomaba decisiones justas para ambos bandos, con una infinidad de valores morales que se lo permitían. Ahora la esperanza de Itzel de recuperar su planeta, se desintegraba al igual que un meteorito atravesando la atmósfera.


Los Beatles salieron sigilosamente por los pasillos del tenebroso lugar donde se encontraban encerrados, habían colmado la paciencia del pobre Illya cuando comenzaron a hacerle notar que tenía un problema con la bebida. Éste, exhausto no vio otra solución que echarlos del lugar, luego vería como se las ingeniaba para justificar su "descuido"

-¿Esta será la puerta?-Preguntó George y la abrió.

-¡Pervertido!-Chilló una extraterrestre que estaba cambiándose en aquella habitación.

-Disculpe.-Contestó Harrison y cerró de un golpe. Mientras tanto, Richard se descostillaba de risa.

Caminaron varios pasillos más, hasta que encontraron la salida. Se hallaban en un planeta extraño, oscuro y de atmósfera pesada. Incluso su sol parecía ser mucho más viejo y de luz tenue.

-Este lugar no me gusta para nada.-Afirmó Ringo atemorizado.

-A mi tampoco.-Contestó su compañero.-Tenemos que encontrar la forma de salir de aquí, hay que contarle a Itzel todo lo que vimos.

Ambos asintieron con la cabeza y comenzaron a caminar temerosos hacia alguna dirección desconocida...


sábado, 13 de abril de 2013

Capítulo 6

-¡Luces amarillas, verdes, violetas!-Gritaba un vendedor algo deforme y parado sobre una nave en desuso.-¡Ilumine su vehículo de la manera más sencilla!

Todos se miraron entre sí. Con todos me refiero: A los beatles, incorporado Paul nuevamente, Itzel, Willy, su robot y dos guardias que había mandado el emperador para que los cuidasen y condujesen de camino de vuelta. No hizo falta pronunciar una palabra, porque ya sabían a donde debían ir.

El lugar era un poco más a las afueras del centro, aún así era bastante poblado. Había todo tipo de criaturas, creo que no puedo describirlo de otra forma. Todos se dirigieron a una tienda. Era grande y había varias cosas exhibidas afuera, con lo que comprobaron que no se equivocaban.

-Disculpe...-Itzel llamó a un ser que parecía ser humano, salvo que tenía un tercer ojo.-¿Aquí venden motores?

-¿Motores?-Peguntó.-¿Para qué tipo de vehículo?

-Para naves.-Afirmó ella.-Mire...

A continuación le mostró un gráfico en el que se detallaba el modelo de la nave, del motor y cualquier detalle digno de perder el tiempo. Mientras, tanto Willy como los cuatro terrícolas, se entretenían observando los demás artefactos que allí descansaban.

-¡Oh, si que lo recuerdo!-Exclamó el hombre.-Tengo uno, pero aquel motor es el último en su especie. Me temo que saldrá algo caro, ya verás que ha sido difícil conseguirlo...

-¿Cuánto dinero quiere?-Preguntó Itzel yendo al grano.

-¿Dinero?-Rió él.-Nada de eso.

-Que degenerado.-Susurró Ringo a George.

-Aquí en los suburbios no queremos dinero.-Afirmó.-Aquí las cosas se ganan.

-¿Cómo?-John pareció confundido.

-Apuestas.-Afirmó el hombre.

-¿Qué tipo de apuestas?-Preguntó Ringo.

-La Gran Carrera es mañana...-Contestó el hombre y les entregó un folleto.

-¡Woow!-Se sorprendió Willy.

-¿Sabes de que se trata?-Preguntó Paul.

-Claro que lo se.-Dijo el pequeño.-Es una carrera en la cual los participantes corren con naves o vehículos hechos por ellos mismos.

-¡Estamos perdidos!-Se lamentó John.

-No lo creo...-Acotó el pequeño misterioso.-Yo puedo construir una. Además tengo la ayuda de mi robot.

-Mala suerte, pequeño.-Dijo groseramente el vendedor.-Hay que ser mayor para competir.

-Pero la puede manejar Itzel.-John pareció recobrar la esperanza.

-¿Una mujer? .-Rió con ironía el hombre.-Lamento que no haya otra solución para ustedes, pero tengo cosas que hacer. Gracias de todos modos, me han hecho reír un rato.

-No creo conveniente que la princesa Itzel participe en esas fechorías.-Acotó uno de los guardias enviados por el emperador.-¿Qué hacemos si le sucede algo?

-¿Y si participa uno de ustedes?-La extraterrestre no quería dejar pasar esta oportunidad.

-Yo no puedo y mi robot tampoco.-Acotó Willy.

-Dudo que al emperador le haga gracia que el Caballero Naranja participe en estas cosas.-Dijo el otro guardia asignado. Paul dejó escapar un disimulado respiro.

-George quería ser astronauta cuando era pequeño.-John lo acusó ante todos.-De hecho, su tío era piloto y lo llevaba a dar vueltas.

-¿Es verídica esa información?-Itzel nunca se refería a ellos con amabilidad.

-Así es.-Confirmó George.

-Que no se hable más entonces.-Richard quería zafarse de la situación.

-¿Serías capás de hacerlo?-Preguntó uno de los guardias. Estaban incomodando al beatle.

-Claro.-Contestó el joven.

-Además yo podría diseñarla con manejo fácil.-Se emocionó Willy y Harrison hizo una mueca.

-No me subestimes, pequeño.

Así fue como luego de conseguir las cosas necesarias para el vehículo a construir, los 9 viajeros partieron siguiendo la luz del sol poniente, llegando exitosamente a su nave que los esperaba con un aire hogareño.

Willy diseñaba. Itzel ayudaba. George proponía. El robot construía. John miraba. Los guardias miraban. Ringo cocinaba. Paul dormía. Esta escena se repitió hasta que las estrellas se asomaran y fueran cegadas por la luz de la gran ciudad. 

Todos se quedaron despiertos hasta tarde esa noche, menos George, debido a que insistían en que debía descansar. La nave estaba casi lista, solo faltaban pequeños detalles. Mientras se ajustaban un par de cosas, John y Paul miraban todo con una fascinación asombrosa; Ringo estaba entre el sueño y la realidad. 

-¿Y si eres tan listo por qué decías que esto era una broma de una fan?-John discutía.

-Porque estaba poniéndote a prueba, Lennon.-Acotó el bajista.-Tienes mucho que aprender, aún. 

-¿De quién?-Rió John.

Hablaron hasta casi las cuatro horas de la mañana terrícola, hasta que Itzel harta ya, les indicó que se vayan a dormir de una vez. No era un sacrificio muy difícil, y lo llevaron a cabo perfectamente.

-¡Buenos días, universo!-George aparecía radiante en la puerta de la nave.

-¡Callate Harrison!-Se quejó Paul.

Ahí fue cuando el guitarrista notó la situación. Por las evidencias presentadas, todo parecía indicar que todos, exceptuándolo a él, habían dormido afuera. Al principio se lamentó un poco, pero todo se le pasó al percatarse de que un gran objeto se encontraba tapado con una manta blanca como la nieve.

Corrió hasta allí, tropezando con algunas piedras y extendió su mano hasta quitar la sábana. Era la nave, su nave. Sonrió al observarla y miró por todos lados que pudo. Era perfecta a su medida. El techo era descapotable y había aproximadamente diez botones de colores, y una palanca.

-Ni lo intentes .-Itzel apareció en el horizonte evitando que el guitarrista saliera a dar una vuelta en el nuevo vehículo.

-Este... yo...

-Ahórrate las explicaciones ¿Dormiste bien?

-Así es.-Se sorprendió.-¿Ustedes? Quiero decir... ¿durmieron?

-Poco.-Contestó la extraterrestre.-Tardamos en construirla pero aquí está...

-Es increíble.-Afirmó George, por poco lamiendo los controles de la nave.

-Lo es.-Contestó Itzel.

A medida que la mañana avanzó, todos volvieron a recobrar la razón y en menos de lo que pasa un asteroide, Willy le enseñaba a Harrison a manejar el vehículo.

-Estos son los aceleradores de emergencia.-Indicó.-Se activan con el botón verde.

-Ajá.-Asintió sin poder creer lo que estaba viviendo.

-Este es el liberador de carga.-Explicó. George no comprendió, pero aún así seguía sonriendo.

Todo estaba listo para la gran carrera, incluso los nervios de parte de todos, menos del guitarrista. Estaba tan asustado que su propia mente había caído en una especie de trance.

-¡Criaturas!-Anunciaron en un micrófono y la multitud dentro de la improvisada pista gritó con euforia.-¡He de darles la bienvenida a esta carrera!

La muchedumbre se puso aún más inquieta. Arriba, en las tribunas todos esperaban ansiosos el comienzo de la carrera. Abajo, Itzel y George se comían las uñas de los nervios.

-¡Todos aborden sus naves!-Exigió una criatura de aspecto deplorable, y seguramente alcohólica.

-Creo que ya es la hora.-Afirmó Itzel.-Nos vemos al final

-Claro.-El optimismo de Harrison estaba intacto, aunque no por mucho tiempo.

La extraterrestre volteó y se encaminó hacia su lugar con confianza. No obstante, cuando llegó se percató de una terrible cosa. Uno de los corredores, observaba casi con codicia a George, y lo peor de todo era que en su nave y chaqueta, traía bordado un escudo atroz que reconocería en cualquier parte.

-¿Pasa algo malo?-Quiso saber Paul.

-Si ¡algo terrible!

-¿Qué?-Preguntaron todos al unísono.

-¿Ven ese corredor de allí?-Señaló y asintieron.-Lo envió Diamantina, lleva el escudo de su dinastía.

-¿Y cómo supo que estábamos aquí?-Ringo se lamentó.

-Seguramente notó mi huida del planeta y sospechó que estaba buscando ayuda.-Su voz sonaba cada vez más desesperada.-Tenemos que detenerlo, de lo contrario algo malo le sucederá...

-¡George!-John gritó.

Ya era tarde, el locutor con la emoción más pura vista jamás, anunció que la carrera empezaba. Todas las naves salieron disparadas, incluido George quien iba casi a la delantera. El circuito pasaba por unas montañas alejadas de las tribunas, donde lo divisaban por una pantalla

Mientras tanto, el guitarrista tocaba todos los botones olvidándose por completo las instrucciones de Willy. Su puesto oscilaba entre los primerosIba tercero, a la par de una criatura parecida a un pulpo.

-Eso es trampa.-Se quejó observando cuantas cosas podía hacer con sus ocho tentáculos.

Y en el momento en el cual el paisaje se volvía rocoso y peligroso, una macha de tinta salió tapando toda su visión del panorama. Su truco el había salido mal, pues era a George a quien quería perjudicar, y él era ahora el único tercero.

-Ringo se va a morir cuando le cuente esto.-Hablaba y reía solo.

Ahora su próximo objetivo sería intentar pasar al siguiente corredor. Y no le resultó muy complicado, debido a que se estrelló contra una de las tantas e inmensas rocas que había. Como primera medida, intentó no caer en la misma trampa que él, y cuando el paisaje se tranquilizó un poco, decidió ir a por el siguiente.

Era difícil, pensó. E intimidante, además. Esos escudos y logos hacían pensar que era de alguna organización importante o que algo lo auspiciaba. De cualquiera de las dos formas, indicaba que era un contrincante difícil de superar.

George avanzó subiendo aún más la velocidad y lo alcanzó. No lo superó, no. Quedaron a la par, incómodamente se disputaban el primer puesto. El contrincante, que al parecer tenía la forma más humana que había visto fuera de su planeta, lo miró de forma despectiva. Y, como si eso fuera poco, intentó derribarlo lanzando su nave hacia el lado en el que se encontraba George.

-¡Tranquilo!-Harrison sentía cada vez más enfado con esa criatura.

Debido a esto, pudo sacar algo de ventaja, lo que hizo enfurecer aún más al beatle. Este presionó una serie de botones y salió disparado tan velozmente que sentía que iba a morir. Claramente, terminó pasándolo.

-Ahí tienes.-Rió George y esquivó una gran roca del camino.

-¿Eres estúpido?-Una mujer regañaba al contrincante de George, mediante una pantalla que se encontraba en su vehículo.

-Estoy haciendo todo lo que usted me ordenó, su majestad.-Contestó él.

-Pero no es suficiente. Ese entrometido está ganando.-Contestó con firmeza, era aterradora. Era Diamantina.

-Perdón.

-Nada de perdones.-Continuó hablando con ese tono de voz tan tranquilo que desesperaba.-¡Quiero que lo derribes!

-Como usted ordene, su majestad.-Asintió y Diamantina cortó la comunicación repentinamente.

La criatura se puso unas gafas de piloto y George pudo divisar por el espejo retrovisor como esbozaba una sonrisa diabólica y luego, lo saludaba. Confundido por esta reacción, no pudo notar que un pequeño misil se dirigía hacia él con una velocidad admirable. Le dio. Toda la tribuna se hizo silencio.

George algo adolorido por el golpe se recuperó mareado. El sol estaba más sofocante que nunca, probablemente se debía al accidente. Pero, más allá de todas sus heridas, no podía dejar que él le ganase. Se paró rápidamente y las tribunas a lo lejos, gritaron con euforia. Observó la nave, una turbina se había arruinado por completo.

Se subió y presionó una serie de botones, que activaban la velocidad máxima para casos especiales. Tenía pensado dejarla para más adelante, pero no había otra opción.

Y si anteriormente le pareció que iba demasiado rápido, esta vez casi se desmaya. Solo que estaba motivado por ganarle a ese tramposo. Afortunadamente, ellos dos llevaban una ventaja muy grande con el resto de los participantes, por ende solo uno pudo pasarlo cuando Harrison cayó. Y no fue difícil recuperar su puesto.

Iba tan velozmente que casi cae varias veces, pero tenía a esa horrible criatura a su lado y la línea de llegada se divisaba al horizonte.

-Chau.-Dijo el beatle y sonrió ampliamente.

Tenía pensado derribarlo, pero no fue necesario, porque mientras lo distraía, se llevó puesta una enorme roca.

-¡He aquí al campeón!-Anunciaba el locutor cuando la destartalada nave del guitarrista llegó a la meta.

Todos los presentes gritaron y sus amigos pisotearon a quien fuera necesario por llegar allí y alzarlo en los aires. Mientras tanto, el vendedor, enojado pegaba patadas al suelo

-Nuestro nuevo campeón se llama?-Preguntó una criatura mientras le entregaba una medalla.

-George.-Respondió él.

-¿George? Pero que nombre más gracioso.-Rió.-¿Y de donde eres?

-De La Tierra.-Afirmó.

-¿Dónde queda?-La criatura parecía no saber nada.

George miró a Itzel esperando una respuesta, y esta le dijo algo extraño al hombre que pareció satisfecho.

Así fue como consiguieron el nuevo motor para la nave. Y antes del anochecer, ya habían partido y llegado al planeta Naraja. El emperador los esperaba ansioso y escuchó con paciencia todas las anécdotas  incluidas las de Willy y John, que siempre tenían alguna exageración.

De la nave se encargaron los pobladores de la Gran Naranja y a la mañana siguiente, llenos de comida y descansados  la abordaron y miraron como ese planeta que había sido el más acogedor, se hacía cada vez más pequeño a sus pies.

-¿Y ahora a dónde vamos?-Preguntó Ringo feliz, quien sabe por qué.

-¿Qué no es obvio?-Se quejó McCartney.-Al planeta de Itzel, así que George... más vale que te recuperes rápido.

-No aún.-Interrumpió la extraterrestre con la mirada fija en la carretera espacial.-Debemos hacer algo primero...

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¡Hola a todos! Perdón por la tardanza y el semi-plagio a Star Wars que seguramente encontraron acá jaja Diamantina es más mala de lo que ustedes piensan, así que vayan abrochándose los cinturones que todavía faltan varias aventuras.

PD. Según mis cálculos, este va a ser un fic cortito, a menos que se me ocurran más ideas. Así que vayan haciéndose la cabeza que no van a ser muchos capítulos.