lunes, 15 de julio de 2013

Capitulo 8

Llevaban una incontable cantidad de tiempo caminando y el paisaje no había cambiado demasiado. El sol rozijo y opaco le otorgaba una tenue y desganada luz a las edificaciones, o por lo menos lo que quedaba de ellas. Era un planeta extraño, de atmósfera sofocante e intranquila. Cada tanto los dos viajeros pasaban delante de un comercio abierto, cuyo vendedor se veía inmerso en un terrible aburrimiento. De vez en cuando, se observaba algún anciano extraterrestre sentado en el porche de su casa, o lo que quedaba de ella.

-Este lugar es tristísimo.-Decía por lo bajo Ringo. George solo asentía con la cabeza.

Lo más penoso de todo era pensar que, quizás en algún tiempo lejano, los edificios habían estado poblados; que probablemente las ventanas de aquellas casas, ahora casi abandonadas, habían estado repletas de pasteles recién horneados; Y quizás, en esa plaza desolada los niños corrían y jugaban en la fuente que ahora estaba seca, carente de vida.

Un escalofríos recorrió el cuerpo de los beatles y sin decirlo, ambos se preguntaban qué habría sucedido allí, pero no tenían la suficiente valentía para averiguarlo ahora, claro está.

Siguieron caminando casi convencidos con la idea de que les sería muy difícil salir de allí. A cada paso que daban, el antiguo sol se iba escondiendo. Y así, al finalizar la tarde, encontraron a un hombre algo anciano sentado cómodamente en la puerta de su hogar.

-Buenas tardes señor, disculpe las molestias...-Dijo George cuidadosamente, mirando de reojo a su compañero.

-Buenas.-Respondió él y arrojó un anillo de humo desde su retorcida pipa.-¿Qué se los trae por aquí?

-Bueno, estamos perdidos.-Dijo Richard yendo al grano.

-Eso ya lo sé.-Dijo riendo un poco, dejando notar que le faltaban algunos dientes.-Me pregunto como habrán llegado.

-No lo sabemos.-Afirmó Harrison.

-Yo puedo ayudarlos.-Volvió a arrojar un anillo de humo que se extendió cada vez más, hasta desaparecer.-La ciudad queda hacia allí.

-¿La ciudad?-Preguntó Richard.-¿Y qué haremos allí?

-Ustedes sabrán que hacer.-Contestó él.-Vamos, yo los llevaré.

Subieron a un vehículo extraño, similar a un Jeep. El camino no fue muy largo, pero durante él, la criatura les hablaba sobre cualquier cosa. Los terrícolas, algo extrañados, se preguntaban el por qué de la amabilidad de su anfitrión, aunque acabaron por responderse, que el hombre estaba muy aburrido y solo, y la oportunidad de hablar con jóvenes terrícola no se le presentaba muy a menudo.

-Aquí es.-Afirmó el hombre luego de detener el vehículo.

-¿Aquí?-Ringo preguntó atónito.

-Yo no veo nada.-Agregó George.

-No se preocupen, diríjanse hacia el oeste.

-¿Hacia el oeste?-Preguntó Harrison algo desorientado.

-Si quieren puedo llevarlos.-Propuso la criatura.

-No hace falta.-Ringo comenzó a creer que carecía de cordura.

-¡Gracias!-Dijo George y con un rugido imponente, el vehículo se alejó dejando a su paso una polvareda que se desvanecía en el horizonte.

De hecho, no había nada allí. Quizás fuese porque sus mentes terrícolas, encadenadas a la simpleza de los sentidos, no les permitieran ver más allá. También existía la posibilidad de que el hombre fuese un desquiciado. De una u otra forma, el hecho de estar allí varados no los ayudaba en lo más mínimo.

-¿Hacia donde queda el oeste?-Preguntó inocente Richard. George resopló y le dio un golpesito en la cabeza.

(...)

-Itzel... ¡cuánto lo lamento!-La extraterrestre de aspecto de joya se acercó preocupada.

-No sé que haré.-Afirmó y por primera vez John notó el lado vulnerable de Itzel, nunca la había visto así.

Paul solo miraba la situación preocupado, no sabía que hacer, porque de hecho, nunca había pasado una situación similar.

La puerta se abrió y de la sala principal salió solemne el presidente de la Gran República. Por el ventanal podía verse como, afuera, los representantes y concejales despegaban en mil naves.

-Presidente.-Llamó Kaylee, así se llamaba la extraterrestre.

-¿Qué se le ofrece?-Preguntó amable deteniendo su paso.

-Creemos que es indispensable realizar algo a corto plazo. El Planeta N°9 está sufriendo en contra de su constitución.-Aclaró la recién llegada.

-¿Usted así lo cree?-Preguntó con ironía el presidente.-Esta situación amerita más que simplemente opiniones hechas desde una inclinación política, joven. 

-Lo sé. Diamantina ha asumido el poder de dicho planeta a base de un régimen sanguinario y por la fuerza.-Acotó Kaylee inmutable. Todos los presentes la observaban sorprendidos.

-¿Cuál es su propuesta entonces? ¿Viajar hacia el Planeta propiamente dicho y arrestar a sus gobernantes?-Ironizó el Presidente.-Lo lamento, pero no es tan fácil. He tomado cartas en el asunto y como ya dije, una asamblea se realizará para resolver si al fin y al cabo dicho mandato es verdaderamente un atropello a la democracia que tanto los caracteriza.-Concluyó.-Si me permiten, tengo cosas que hacer...

Los presentes observaron enmudecidos como el solemne anciano se alejaba caminando por las enormes galerías.

-No puedo creerlo.-Kaylee rompió el silencio.

-Tampoco yo.-Itzel se veía pensativa.-Pero de ninguna forma esto va a ser un obstáculo.

-¿Qué propones hacer?-preguntó Paul que seguía todo bastante interesado.

-Si me permiten... yo tengo una idea.-John sonreía picaramente.

(...)

-¿Qué vamos a hacer?-Canturreaba Ringo en el medio de la nada.

-Callate.-Contestó George harto de la situación.

Caminaron por horas: nada sucedió. Parecían recorrer siempre el mismo lugar, y a cada paso que daban, no avanzaban. Volvían hacia el comienzo de su recorrido. Estaban frustrados, si, pero se encontraban en un estado re reflexión que nunca antes habían transitado. Parecían estar viviendo una metáfora. Por otro lado, aquella situación los desesperaba no solo por el hecho de que se encontraban perdidos en un planeta lejano donde comenzaba a caer la noche, sino también porque llevaban consigo información que podía costarles la vida.

-¿Qué es eso?-Ringo abrió sus grandes ojos azules.

-¿Qué cosa?-Preguntó desganado su compañero, creyendo que había comenzado a delirar.

-¡Eso!-Señaló el horizonte.

Y para la sorpresa del guitarrista, también lo veía. Era extraño, de eso no tenían dudas. Un destello se asomaba brillante entre las rocas que se encontraban a escasos pasos de ellos. Ambos se dedicaron una mirada y como prueba de que es posible comunicarse sin hablar, comprendieron que debían ir a ver de qué se trataba. 

Una estación de trenes se asomó ante sus ojos, haciéndolos sentir como en casa. No era muy grande, pero su construcción llena de sutilezas y adornos, como también sencillez, era un deleite para la vista. Los viajeros sintieron felicidad, y mirándose de forma cómplice se sentaron en un banco a esperar el próximo tren galáctico.

-¡Una... y dos!-Canturreaba una criatura mientras él y su compañero levantaban con sus palas, rocas inmensamente brillantes y las arrojaban hacia el interior de los vagones de carga.

-¡Siguiente!-Gritó el otro y al instante comenzaron a llenar otro vagón con esas rocas tan atrapantes, que eran sacadas del suelo de aquel planeta con suma facilidad.

Así pasó un tiempo considerable. Los terrícolas estaban hartos de esperar el tren, y también de observar como aquellas criaturas seguían llenando los vagones con el mismo entusiasmo del principio. La noche ya había caído, y aunque pareciese imposible, iba haciéndose más y más oscura.

-¡Terminado!-Gritó una de las criaturas asustando a los terrícolas que estaban a punto de dormirse en un banco.

-Disculpe...-George se encaminó hacia ellos.

-¿Si?-La criatura verde con dientes inclinados hacia afuera y aspecto amigable se acomodó el sombrero de maquinista.

-Llevamos aproximadamente una hora aquí y...

-¡Mike!-Dijo a su compañero y este acudió al instante.-¿Sabes lo que es una hora?

-¿Hora?-Preguntó él y se quitó la gorra para rascarse la cabeza a modo de pensamiento. Era más grande que su compañero y si bien parecía amable, tenía un aspecto de más seriedad.

-Lo siento, amigo, no podemos ayudarte.-Afirmó el primero.

-Estoy perdido.-Afirmó George para no perder 
la única oportunidad que se les había presentado.-¿Podrían decirme dónde estamos? ¿En qué planeta?

Las dos criaturas se miraron entre sí, algo risueñas.

-¿Planeta?-Dijo uno.-No estás en un planeta.

-Esto es una estrella.-Completó el verde.

-¿Una estrella?-Inquirió Ringo apareciendo de la nada.

-Así es.-La criatura volvió a acomodar su gorra.

Un silencio se formó durante varios segundos.

-¿Cuándo sale el próximo tren?-Preguntó el baterista.

-No hay próximo.-Contestó uno.-Este es el único.


-¿Por qué hay solamente un tren?-George intentó de forma fallida, vencer a su curiosidad.

-Tendré que darte una larga explicación para eso, chico.-Comentó.-¿Tienen tiempo?

-¡Si!-Ringo estaba entusiasmado con la historia.

-Como deben saber, todo llega a su fin. Las flores se marchitan, el cigarrillo se consume, y las estrellas se apagan.-Comenzó su relato.-Sin embargo, la vida no se trata se apreciar sus extremos, el punto es sino el trayecto. Como mencioné anteriormente, todo cumple su ciclo y las estrellas inevitablemente dejan de brillar. La luz, como ya deben saber, tarda en llegar desde su punto de partida hacia su destino. Cuando la estrella se apaga, el último rayo de luz parte hacia allí. Lo que quiere decir que desde cualquier planeta pueden apreciarse estrellas que, quizás, ya se han apagado hace mucho tiempo.

-¿Enserio?-Ringo parecía confundido.

-Mirar el cielo es un viaje al pasado, muchacho.-Afirmó pensativo.- Nosotros nos dedicamos a llevar aquel rayo de luz hacia su destino. "El último tren estelar" suelen decirnos.

-¿Quiere decir que eso que llevan ahí atrás es la luz de esta estrella?-Ringo parecía fascinado.

-Así es.-Comentó la criatura verde.

-¿Y por eso a medida que llenan los vagones la noche se vuelve más y más oscura?-Inquirió.

-Así es.-Volvió a contestar.

-¿Hacia donde se dirigen?-Preguntó Mike.

-Si no sabemos donde estamos, no sabemos hacia donde vamos.-Explicó el beatle aún impactado.

-Callate Ringo.-Ordenó Harrison.-Necesitamos llegar lo más rápido posible a la sede de La Gran República.

-¿Con que forasteros, eh?-Rió la criatura verde.

-No es eso, tenemos que ayudar a una nación.-Se agrandó Richard.

-Comprendo. Litch, trae el mapa.-Propuso la otra criatura y su compañero le arrojó un papel cuando llegó a la locomotora.-Veamos... está en nuestro recorrido.

-¡Todos a bordo!-Gritó eufórica la criatura invitándolos a entrar.

El tren rugió, los maquinistas sonrieron y los beatles observaron como las vías se extendían solamente hacia unos pocos metros. Ringo miró el cielo estrellado, las ruedas comenzaron a girar cada vez más rápido y arrojando un humo danzante por su chimenea, el tren se elevó.

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Capítulo dedicado a Maria Lujan jaja Perdón por tardar tanto, acá esta!





2 comentarios:

  1. ayyyyy gracias corazon! que lindo que me dedicaste un capi!!!
    por si no te enteraste...GANASTE EL CONCURSO DE FICS! te felicitooo
    me encanto el capi, George y Ringo se me hacen taaaan tiernos cuando estan perdidos jajJaj es loco pero es asi
    espero que subas pronto!

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  2. cheee estoy esperando que actualizes! jaja

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