martes, 12 de marzo de 2013

Capítulo 5

Itzel observaba con impaciencia el asombro de los tres beatles hacia el desconocido planeta. Mientras tanto, pensaba que haría ahora. No tenía la más pálida, o coloreada, idea. De todas formas, sabía que tendría tiempo de idear un plan, porque estos chicos parecían estar entreteniéndose bastante.

Como primera medida, la joven del extraño planeta, decidió verificar el funcionamiento del vehículo. No encendía. Enojadísima con el bajista, bajó de la nave y se dirigió al cuarto de control. El motor se había dañado con el impacto. No había nada que hacer contra ello, podría arreglarlo, pero eran imprescindibles algunos materiales que en los suburbios del Planeta Naranja, no podía conseguir.

-¿Qué están haciendo?-Itzel preguntó estupefacta.

-Nada, nada.-Contestaron los tres.

-Prepárense para caminar.-Dijo y subió a la nave a realizar los últimos preparativos.

-¿A donde vamos?-Se preguntó Ringo en voz alta.

Nadie podía contestarlo, ni siquiera Itzel.

Así fue como al cabo de aproximadamente dos horas para La Tierra, rondaron el planeta sin rumbo fijo. Sin embargo, no estaba desierto, porque ahora se encontraban en lo que parecía ser un pueblo. Quizás sería adecuado preguntar donde se encontraba el centro, y un garabato que barría la vereda de su casa, parecía ser perfecto para aquello.

-Disculpe señora.-Dijo Itzel al observar que el garabato tenía puesto un vestido.-¿Podría informarnos donde queda el centro?

-Claro.-Contestó dejando de barrer.-Son tres kilómetros hacia Neptuno. Si se disponen a salir ahora, quizás lleguen mañana en el alba.

-Muchas gracias.-Contestó Itzel.

-¿Mañana?-Se quejó Ringo.

-Parecen muy cansados, pasen a tomar algo.-Dijo amable la señora.

La casa era muy bonita, era pequeña pero muy acogedora. Extraña, sin dudas, pero eso era lo bueno. Los visitantes se sentaron en una pequeña mesita en el hall y la amable criatura les trajo algo de beber, que a excepción de Itzel, a todos les apreció algo nuevo, pero lo más refrescante que hayan probado jamás.

-Mamá.-Dijo un pequeño garabato entrando a la habitación, pero se detuvo al observar a los visitantes.

-Saluda a nuestros invitados, Willy.-Dijo amablemente ella.

-Hola...-Dijo algo tímido.-¿Quiénes son?

-Yo soy Itzel.-Se presentó la extraterrestre.

-¿Itzel? ¿Como la princesa del planeta N°9?-Preguntó emocionado.

-Esa misma.-Contestó ella.

La pequeña criatura se quedó observándola fascinado varios minutos, no podía creer que se encontrase en su casa.

-¿Qué haces aquí?-Preguntó por fin.

-Nuestra nave se estrelló no muy lejos de aquí.-Afirmó John.

-Woow.-Se asombró el pequeño.-¿Tienen una nave?

-Así es.-Contestó George.

-¿Puedo verla? ¿Si?-Inquirió la criatura.

-Willy es un gran constructor.-Dijo su madre orgullosa.-De hecho, atrás tiene un taller en el que hace los futuros inventos relevantes. Él podría ayudarlos con la nave...

-¿Enserio?-Comentó Itzel.-Si quieres verla, más tarde puedes acompañarnos. No está muy lejos de aquí...

-¿Puedo mamá? ¿Si?-Se emocionó el pequeño.

-Claro, pero debes estar aquí para el desfile.

-¡Lo había olvidado!-Dijo el pequeño agarrándose la cabeza.

-¿Qué desfile?-Preguntó curioso Ringo.

-El Emperador recorrerá el planeta en su carruaje real como festejo de la muerte de "El Monstruo".-Comentó emocionada la criatura.-Se van a premiar los mejores inventos, como incentivo para los jóvenes.

Parecía interesante, por lo que resolvieron que luego de almorzar, puesto a que ella había insistido en hospedarlos, irían a revisar la nave, y luego al dichoso desfile, del cual todo el pueblo hablaba emocionado.

-Definitivamente aquí no van a conseguir repuestos.-Afirmó Willy observando el motor.

-El motor está dañado.-Agregó el robot del pequeñín. 

Era plateado y aproximadamente de la misma altura que Richard. Poseía muchos botones y luces de colores en su torso, según contó el pequeño, lo había fabricado hace algunos años, por lo que contaba con un par de fallas.

-Si, eso ya lo sé.-Repuso Itzel.-¿Donde podremos conseguir un repuesto?

-En Soldville seguro encontrarán.-Propuso el robot.

Itzel y Willy se miraron mutuamente, había un problema que resolver.

-¿Qué pasa?-Se atrevió a preguntar John.-¿Queda muy lejos de aquí?

-No es eso...-Dijo Willy.

-Las cosas en Soldville no se consiguen con dinero.-Completó Itzel.

-Yo creo que son unos pervertidos.-Afirmó George y Richard asintió con la cabeza.

-No seas idiota.-Dijo la extraterrestre.-Allí las cosas se consiguen apostando. 

-¿Algo así como Las Vegas del cosmos?-Preguntó John, en vano porque excepto sus dos amigos, nadie de los presentes sabía de qué hablaba.

-En fin.-Comenzó Itezel.-Debemos ir allí lo más pronto posible...

-¿Pero cómo?-Preguntó Richard.-Si no tenemos nave...

Otro asunto para resolver. Willy se había ofrecido a fabricar una, pero tardaría, como mínimo, un mes. No había demasiado tiempo, por lo que decidieron que esta noche pensarían una estrategia. John propuso muchas veces y de variadas formas robar una, pero todos se habían negado.

Las calles estaban repletas de seres. No solo las típicas pelusas o garabatos del Planeta Naranja, sino que también había robots, mascotas y diversas criaturas que podían ser sirvientes de otros, o simplemente habían pasado por allí. Todos estaban emocionados, demasiado para el gusto terrícola. Los banderines triangulares danzaban a lo largo de las calles, resplandeciendo el escudo del reino. Itzel, los tres beatles, Willy, su madre y el robot se acomodaron a un costado y dificultosamente podían ver algo de lo que sucedía. De pronto, luego de que unas carrozas pasaran relucientes, el sonido de unas trompetas rompió con toda la tranquilidad.

-¡Ahí viene!-Exclamó Willy dando pequeños saltos en su lugar.

Todos voltearon a ver lo que sucedía. Un gran carruaje era tirado por caracoles, que hasta una sus antenas podía tenes más elegancia que los terrícolas en toda su vida. Arriba, iba uno más de esos garabatos, pero no era uno común, no. Era el emperador, luciendo su resplandeciente corona. Todos los presentes estaban eufóricos, razón por la cual cuando el carruaje estuvo cerca de ellos, se les hizo imposible ver algo.

Mientras tanto, Paul saludaba a la gente alegre. Estaba sentado a un lado del emperador y llevaba un patético sombrero, pero como parecía ser normal en aquel lugar, no le importó. Le habían regalado muchas cosas ese día, sobre todo rosas. Eran enormes y naranjas, algunas hablaban también, por eso era su regalo preferido. Al llegar a los suburbios del planeta, el emperador le advirtió que si bien la gente no era la misma, no eran malas criaturas. 

-Escucha como te agradecen.-Dijo el emperador a Paul mientras los dos agitaban sus manos con una sonrisa.

-Mira, ahí está el Caballero Naranja!-Señaló Willy cuando el carruaje pasaba frente a ellos.

-¡Paul!-Exclamaron los cuatro sin poder creerlo.

El bajista, extrañado de oír su nombre, porque allí todos lo llamaban "Caballero" volteó a ver de donde provenían los gritos. Y, para su grata sorpresa, se encontró a sus compañeros. Detuvo el carruaje, cosa que fue tarea difícil, y bajó seguido de unos guardias.

-¡Chicos!-Dijo acercándose.-No saben lo genial que es este planeta.

-¡McCartney voy a matarte!-Itzel se abalanzó sobre él.

A continuación todos los guardias, preparados para este tipo de cosas, acudieron en ayuda de Paul. Sostuvieron a la extraterrestre y el emperador, quién había observado todo, bajó del carruaje también.

-¿Qué sucede?-Preguntó preocupado.-¿No está alegre de que este muchacho haya salvado nuestro planeta, ciudadana?

-¿Qué?-Preguntó John.-¿Él?

-Si.-Afirmó el emperador.-¿No se enteraron? ¿Qué clase de ciudadanos son?

-De hecho, no somos ciudadanos.-Agregó Ringo.

-¿No lo son?-Preguntó el emperador acomodando su corona.-¿De dónde vienen?

-De La Tierra.-Afirmó George. Mientras tanto, Willy no podía creer que estuviese frente del gobernante.

-¡Como el Caballero!-Dijo sorprendido.

-Deje de decirle así, se llama Paul.-Contestó Ringo.

-¿Los conoce?-Preguntó el emperador al bajista.

-Si.-Afirmó.-De hecho son los compañeros de los cuales te he hablado.

-¡Oh!-Exclamó el garabato de la gran corona.-Entonces tu debes ser la princesa del Planeta N°9...

-Así es, su majestad, soy Itzel.-Completó la extraterrestre.-Y su Caballero es el culpable de que estemos varados aquí.

El emperador miró intrigado a Paul, quién hizo una media sonrisa.

-Esto es más complicado de lo que creí.-Dijo el garabato tocándose la barba inexistente. 

Todos se miraron, incluso los guardias, que estaban más entretenidos que aquella vez que el habitante de Marte había visitado su planeta por unos cálculos erróneos, y afirmaba haber encontrado un nuevo mundo.

-Quiero que se presenten en el palacio dentro de unas horas.-Afirmó el emperador.-Lo haría ahora, pero hay ciudadanos que aún no presenciaron el desfile, hay que continuarlo.

-¿Conmigo también?-Preguntó Paul.

-¡Claro!-Contestó él.

A continuación les ordenó a unos guardias que se quedasen con ellos, luego de que todo terminara, los conducirían al Gran Palacio. Y así fue. Willy también estaba allí, no quería perderse esa oportunidad. No creo necesario describir por segunda vez la belleza inexplicable de aquel lugar, por lo que deberán acordarse en base a la primer visita de Paul, o simplemente imaginarlo. 

El asunto se discutió un rato largo. Y al final, el emperador afirmó que les prestaría una nave para que lleguen a Soldville lo más pronto posible. No había tiempo que perder, el Planeta Número 9 necesitaba su ayuda.


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Holaa! Me tengo que ir rajando para el dentista, así que les escribo algo rapidito. ¡Ya empecé a leer Crónicas Marcianas! Está buenísimo, gracias María Luján por la recomendación jaja Espero que les guste y si tardo en subir es porque para este fic necesito ideas y cuesta. Chau, suerte!